jueves, 11 de abril de 2019

Las más antiguas fundaciones monásticas en el paso de Roncesvalles


D. José María Lacarra y de Miguel (1907-1987) nos habla de los orígenes de Roncesvalles y otras curiosidades más en su excelente artículo "Las más antiguas fundaciones monásticas en el paso de Roncesvalles" (artículo que en parte podremos leer en los siguientes párrafos), aparecido en el "Homenaje a D. Julio de Urquijo e Ybarra" (1949), y que en parte podremos leer en los siguientes párrafos. Y es que D. José María Lacarra destacó como filólogo, historiador, medievalista y heraldista, siendo máximo especialista de la historia de los reinos de Navarra y Aragón durante la Edad Media. Además fue catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, puesto que ocupó durante más de cuarenta años hasta su muerte en 1987.

Puerta de la Capilla de San Agustín de Roncesvalles
(Antigua Postal Roisin)

La fundación más reciente, la Real Casa de Roncesvalles, es de todos los hospitales del Pirineo, el más famoso e importantes, y el único que ha perdurado hasta los tiempos modernos cumpliendo la benéfica misión para que fue creado. Paulatinamente fué haciéndose cargo de todas las fundaciones anteriores, y al incorporárselas, la prestancia legendaria de su nombre, hizo olvidar la de aquellas otras más modestas, que poco a poco se fueron destinados a otros servicios más secundarios, hasta desaparecer como tales hospederías. 

La historia de la Real Casa es bastante conocida para que nos detengamos a estudiarla aquí. Fundada por el obispo de Pamplona, y antiguo canónigo de Huesca, D. Sancho de Larrosa, hacia 1127-1132, probablemente en Ibañeta mismo, adosada al Hospital de San Salvador (in vertice montis qui dicitur Ronsasvals, iuxta capellam Caroli Magni, famosissimi regis Francorum), comenzó en forma modesta, como una cofradía de clérigos y laicos, e incluso mujeres, que tenía por misión socorrer en sus necesidades a peregrinos y caminantes de toda índole. 

En seguida, tal vez en 1132, debió trasladarse al pie de la montaña, donde actualemnte se encuentra, y su organización se modificó profundamente; establecida una comunidad fija, al frente de ella había un canónigo del Cabildo de Pamplona, ya que el Hospital se dotaba con bienes de éste; la cofradía de clérigos y laicos subsistió, pero pasando a ocupar un lugar muy secundario. El obispo fundador gestionó del Papa la confirmación de las donaciones recibidas hasta entonces, y el Hospital quedó en adelante (1137) sujeto directamente a la Silla Pontificia y exento de la jurisdicción episcopal. 

D. José María Lacarra y Miguel
(1907-1987)

Hoy, el nombre de Roncesvalles solo nos habla del Hospital que  fundara Don Sancho de Larrosa. Antes se comprendía con este nombre la villa y valle en que se asienta Burguete, Burgo de Roncesvalles, se dice en los documentos. En el tuviero lugar los épicos combates entre los ejércitos de Carlos y las tropas del rey Marsilio, según nos cuentan la Chanson, la Guia de los Peregrinos y la Historia de Turpín. Amplio campo para tan descomunales encuentros. De la villa el nombre pasó al Hospital, y si  el primitivo, el de Ibañeta, pretende ser fundación del mismo Carlomagno y también de Roldán, éste, el nuevo, se pone exclusivamente bajo la advocación de Roldán, el héroe que acapara la devoción de peregrinos y soldados. Su fama ha  ha deslumbrado a los investigadores de nuestros días hasta hacerles olvidar los que le precedieron en el mismo lugar. 

Claustro de Roncesvalles
(Postal de 1960)

Hemos visto al pie de los Pirineos y en las puertas de la Galia un monasterio, el de San Zacarías, de probable fundación carolingia, que en el siglo IX brillaba no solo por su disciplina sino por el amoroso culto a las bellas letras, monasterio que, por su situación, tuvo que conservar puntual noticia de los fracasos de las armas carolingias al tratar de forzar el paso de estas montañas. Cuando dos siglos después  tras el paréntesis documental que sume a todo el país — aparece el primer monasterio en lo alto de Roncesvalles — San Salvador de Ibañeta — este pretende remontar también su fundación a los tiempos de  Carlomagno. Nos quedará siempre la duda, duda seductora, de si entre ambos monasterios ha habido alguna continuidad o enlace, como la encontramos en la abadía de Leire. 

En todo caso su origen era lo bastante remoto para que, olvidado éste,  se permitieran en el siglo XI colocarlo bajo este notable y real patronato. En sus inmediaciones, desde 1106 cuando menos, una cruz fijada en lo alto de la montaña, y que servía para señalar los límites del país de Cisa y de las diócesis de Bayona y Pamplona— la Crux Caroli — se atribuía también al gran Emperador.  Para que en 1106 este nombre tenga un valor geográfico inteligible para todo el mundo, debe llevar, como dice Bédier, bastantes años en uso.

El nombre de Roncesvalles, para el que los filólogos se han esforzado por encontrar una explicación plausible ha salido sin duda de esos mismos rincones del Pirineo, alcanzando universal resonancia gracias a los versos de la Chanson [de Roland]. Pero, ¿Cómo llegó a los oídos del autor de ésta?¿Lo propagarían en el siglo X los peregrinos de Santiago, como dice Mireaux) ¿Escribirían los monjes de Leire, instalados en Ibañeta, alguna obra de propaganda como insunúa Saroïhandy? ¿O sería el obispo D. Pedro de  Roda, a quien sabemos interesado en apoyar a los francos contra los navarros, en favorecer a su abadía madre de Santa Fe de Conques, y en incorporar a ésta la iglesia y villa de Roncesvalles? Son estas  hipótesis muy sugestivas sobre las que nada puede afirmarse en concreto, pero que obligan a dirigir la vista hacia este sector del Pirineo cuando se trata de estudiar la formación de la leyenda de Roldán. Si los «francos» que habitaban los burgos de la ruta de Santiago tuvieron tan activa participación en la formación y divulgación de las leyendas recogidas en la Historia Turpini, bien pudieron otros «francos» ilustres, que ocupaban sedes episcopales en este vertiente pirenaica, haber contribuído directamente a la elaboración y propagación de la leyenda del paladín de Roncesvalles. Recordemos al llegar aquí las conclusiones a que llegaba Bédier: «avant la chanson de geste, la légende, légende locale, légende d'église; au commencement était la route, jalonnée de sanctuaires». 

Dos cosas creo que pueden quedar claras de esta excursión histórica: que en la zona de Roncesvalles pudo guardarse el recuerdo de la batalla famosa, y que a fines del siglo XI hubo en tierras de Navarra «francos» interesados en acoger, propagar y en ocasiones crear algunas leyendas del ciclo carolingio.

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Bibliografía consultada:

Las más antiguas fundaciones monásticas en el paso de Roncesvalles
José María Lacarra y de Miguel (1907-1987)
Homenaje a D. Julio de Urquijo e Ybarra
Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. San Sebastián,1949

Colección Diplomática de Santa María de Roncesvalles (1127-1300).
María Isable Ostolaza.
Gobierno de Pamplona. Fondo de Publicaciones. Pamplona, 1978

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