lunes, 2 de enero de 2017

"Los Recueros de Atienza" de Narciso Sentenach – Primera Parte

A continuación presentamos, en una primera entrega, el conocido artículo titulado "Los Recueros de Atienza" (1916), escrito por el historiador, crítico de arte y arqueólogo D. Narciso Sentenach y Cabañas (Sevilla, 1853 - 1925), publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia. En dicho artículo se relatan diversos aspectos interesantes de la antigua Cofradía de los Recueros de Atienza (Guadalajara), su origen, su historia y también, su famosa Caballada, tradición que ha perdurado a lo largo de los siglos hasta nuestros días.

Hermanos de La Caballada en la Plaza del Trigo
(Fotografía: Carlos Mora)

Celébrese en esta fuerte e histórica villa, una fiesta singular el día de la Pascua de Pentecostés, llamada de la caballada, que por los recuerdos que evoca, por el pintoresco espectáculo que ofrece y especiales pormenores, es de las pocas de índoles civil subsistentes después de varios siglos, como la conmemoración popular de hechos locales ocurridos.


Varios curiosos anotadores han tratado de esta fiesta bajo sus distintos aspectos, pero de manera incompleta, por lo que, como se hallan tan dispersos estos apuntes, sean de difícil obtención y algunos de sus documentos permanezcan aún inéditos, bien se merece el reunir y completar tan separados elementos para constituir un todo digno de quedar consignado y hacer más fácil y general su noticia.

La posición geográfica-estratégica de la fortaleza de Atienza, como llave por aquellos lugares entre ambas Castillas, la han hecho en todo tiempo escenario de sucesos culminantes, al ser disputada por los distintos dominadores y soberanos de la Península.

Considerada con razón inexpugnable, yérguese aún hoy su imponente castillo en la cumbre de altísima eminencia, reforzada además por triple recinto de murallas, fortaleza que evoca principalmente los nombres del Cid, de Alfonso VIII y de D. Alvaro de Luna.


La Cofradía de los Arrieros de Atienza en la plaza principal
(Fotografía: Carlos Mora)

A la antigua Titia de los arevacos llégase hoy desde Sigüenza en una jornada, distinguiéndose la pintoresca villa al pie del castillo, escalonada des el llano y manifestando a distancia lo empinado de sus cuestas y lo extenso de sus arrabales.

Pocas ciudades podrán despertar mayor interés histórico: apenas hay muro o plaza en ella que no recuerde algún suceso consignado en las crónicas con tal precisión, que prueban la exactitud de estas memorias y veracidad de sus relatos.


La Fortaleza de Atienza
(Fotografía: Javier_Rutas)

Entre estas memorias guárdase aún vivo el recuerdo de la estancia y salida de aquel Rey niño, Alfonso VIII, conducido en circunstancias tan especiales al amparo de su castillo, del que después fue trasladado de cautelosa manera a Ávila, la de los leales, donde permaneció más tranquilo.

Como de todos es sabido, pretendiendo el Rey de León, Don Fernando II, apoderarse en Soria de su sobrino el Rey Alfonso VIII de Castilla, entonces de edad de cuatro años, donde se hallaba al amparo de los Laras, fue burlado el monarca leonés por el audaz caballero D. Pedro Núñez de Fuente Almesir, quien pretextando acallar el llanto del niño, le llevó a su casa y desde ella a galope, sobre un caballo y oculto bajo su capa, trasladólo a San Esteban de Gormaz.

Bandera de La Caballada de Atienza
(Fotografía: herreracasado)

Allí acudieron al día siguiente los Laras, quienes no considerándose seguros, dada la cólera del burlado monarca, que desafió además a D. Manrique de Lara, trasladáronse con el Rey niño al castillo de Atienza, por estimarlo más fuerte; pero como se acercara el Rey de León, creyéndole allí aún en peligro y valiéndose de los recueros o arrieros, salió el Rey de Castilla entre ellos para trasladarse a Ávila, donde ya pasó su niñez al amparo de sus leales caballeros.

Esta fuga, esta hégira, es la que conmemoran aún todos los años los habitantes de Atienza, sostenida por la singular hermandad de la Santísima Trinidad, o de los recueros, guardadora al presente de notabilísimos documentos con religioso celo y de los que  daremos debida cuenta.

Las fiestas comienzan la víspera del domingo de Pascua de Pentecostés, por el obligado anuncio del gaitero, que en compañía del mayordomo de la hermandad, se dirige a casa del Prioste, llamado el seis principal, por ser seis hermanos los que constituyen la junta.

Esta se reúne aquella tarde en casa del Prioste, acordando todos los detalles de la fiesta para el día siguiente, y después de bajar a la ermita de la Estrella, provistos de sendas meriendas que consumen (seis tortillas), dan por terminado el acto, no sin colocar antes la bandera de la cofradía al balcón el Prioste, comenzando entonces un baile en la calle al son del tambor y de la dulzaina, que se prolonga por la noche.


Hermanos de La Caballada bailando una jota antes la Virgen de la Estrella
(Fotografía: Carlos Mora)

Llegado el domingo, rompe diana el gaitero y comienzan a acudir los hermanos a la casa del Prioste; allí se organiza la cabalgata, que se pone en marcha al son de seis músicos caballeros sobre muy engalanados pollinos.

Detrás de los músicos marchan hasta cuarenta jinetes, vecinos de la villa y principalmente labradores, cabalgando su mayor parte sobre caballos enjaezados a todo lujo, con bordados petrales y atajarres, cabezadas y sillas con grandes flecos y borlones de los más vivos colores.

Los jinetes lucen en este día, a más de ceñido calzón, polainas y ancho sombrero, típico y tradicional coleto, que les da antiguo aspecto y cierto carácter al concurso de cabalgata histórica. En medio de ellos descuella uno que en año anterior obtuvo la adjudicación del pendón, haciendo ondear al viento sus colores y emblemas.

Cierran la típica cabalgata los seises y expriostes, jinetes sobre mulas y cubiertos con la típica larga capa parda, propia de las grandes solemnidades, acompañados de un sacerdote, o sea el abad, a quien recogieron en su casa, que marcha igualmente a caballo a la izquierda del hermano mayor o Prioste, y detrás cuantos vecinos de la villa les place, unos a pie y algunos caballeros sobre la cabalgadura de que disponen.



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Texto procedente de:

Los Recueros de Atienza
Narciso Sentenach
Madrid, 24 de Junio de 1916
Boletín de la Real Academia de la Historia

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