Los miembros de la Cofradía de la Santa Caridad de Toledo, cuya fundación data del 1085, tenían la piadosa labor de recoger los cadáveres de los pobres, ajusticiados y ahogados para darles cristiana sepultura en un humilde, pero digno entierro en el Pradillo o Pradito del Carmen, lugar en donde también se cantaba un responso por los difuntos, según se dice en las Constituciones de 1627, y que recoge Fernando Martínez-Gil en «Muerte y Sociedad en la España de Los Austrias» (2000): "Todos los lunes dirán los dichos capellanes [cuatro] tres responsos cantados por los pobres difuntos el uno a la puerta de la capilla y el otro de la puerta que ua del patio çaguan y otro en el pradillo de dentro de casas haziendo el oficio el dicho semanero".
La Santa Caridad paseaba los cadáveres de los desafortunados por las calles de la ciudad de Toledo, demandando limosnas para sufragar los gastos del entierro, pero como a veces tardaban varios días en ser enterrados, se daba lugar a la putrefacción de los cuerpos. Entonces, el Sínodo de 1682 ordenó a los cofrades que llevaran los cadáveres directamente a la iglesia parroquial, sin ser paseados por las calles, para ser depositados en la puerta principal "en donde estén todo el tiempo que fuere conveniente y pareciese al cura o a su Teniente". Allí era dónde se pedían las limosnas que deberían transformarse obligatoriamente, en misas y sufragios por el alma del difunto, de lo contrario la pena sería de dos ducados, según podemos leer a continuación:
Por cuanto se han experimentado graves abusos, y escándalos, en que algunos Cofrades, de Cofradías, que por su instituto tienen obligación de recoger, y enterrar los cuerpos difuntos de los pobres que mueren por las calles, o caminos, fuera de poblado, llamados vulgarmente repentinos; con pretexto de pedir limosna para las almas de los dichos pobres difuntos, retardan algunos días darles sepultura, llevandoles por las calles, y plazas más publicas, hasta que se vienen à corromper; y para evitar estos, y otros inconvenientes, S. S. A. Ordenamos, y mandamos a los Mayordomos, Tesoreros, Oficiales, y demás Cofrades de dichas Cofradías; y asimismo a los Fieles, que, por su devoción, quisieren exercitarse en obra tan Santa de caridad, y piedad Cristiana, que de aquí adelante, luego que hallaren los cuerpos difuntos de los pobres que mueren por las calles, o caminos, fuera de poblado, llamados repentinos, los lleven via recta a la Iglesia Parroquial, en donde se hubiera de enterrar, sin rodear por otras calles, ni plazas públicas, con pretexto de pedir limosna para las Misas, y sufragios; y los pongan en la puerta principal de la dicha Iglesia, en dónde estén todo el tiempo que fuere conveniente, y pareciere al Cura o a su Teniente de dicha Iglesia; y permitamos a los dichos Mayordomos, Tesoreros, Oficiales, o otros Cofrades, o devotos, que por las calles, o caminos por donde los truxeren, y en la puerta principal de la Iglesia en donde se hubieren de enterrar, puedan pedir, y pidan limosna para los dichos pobres difuntos; y la que juntaren se convierta en Missas, y sufragios para sus almas, y no en otra forma; y así lo cumplan pena de dos ducados, que aplicamos para Misas, por el alma del difunto las tres partes, y la quarta parte para el denunciador; y encargamos a los Curas y a sus Tenientes que tengan cuidado de que así se guarde, y se cumpla. (1)
Pero esta prohibición del Sínodo no debió surtir efecto, como bien indica Fernando Martínez-Gil, porque dos años más tarde, en 1684, las actas municipales muestran que la Cofradía de la Santa Caridad realizaba sus demandas de limosnas en la Plaza de Zocodover: "Biósse una petición de thomas sánchez en nombre de la noble cofradía de la santa caridad desta ciudad en que dize que el principal ynsituto de dicha cofradías es enterrar los pobres que mueren en los campos y aogados y desamparados. Y para hacer vien por su alma y gastos de su entierro y pide limosna y se pone el cuerpo en la plaça de Çocodover en las andas asta que llega la ora de enterrarle cubierto con el paño de la cofradía y estando como están tan bajas las andas subceden muchas yncidencias de pasar cavalgaduras y con los enquentros derriuar el paño y bolcar las andas y deseando obviar este ynconveniente a parecido a los cofradía azer un cajón de doce pies de largo y seis de ancho con sus ruedas sobre que se pongan dichas andas y estén los cadáueres con mayor dezencia puniendo sobre dicho cajón las andas". (2)
La Santa Caridad paseaba los cadáveres de los desafortunados por las calles de la ciudad de Toledo, demandando limosnas para sufragar los gastos del entierro, pero como a veces tardaban varios días en ser enterrados, se daba lugar a la putrefacción de los cuerpos. Entonces, el Sínodo de 1682 ordenó a los cofrades que llevaran los cadáveres directamente a la iglesia parroquial, sin ser paseados por las calles, para ser depositados en la puerta principal "en donde estén todo el tiempo que fuere conveniente y pareciese al cura o a su Teniente". Allí era dónde se pedían las limosnas que deberían transformarse obligatoriamente, en misas y sufragios por el alma del difunto, de lo contrario la pena sería de dos ducados, según podemos leer a continuación:
QVE LOS POBRES QVE SE HALLAREN
muertos en las calles, o en caminos fuera de poblado, se
traigan via recta a las Iglesias en donde se huuiueren de
enterrar, a fin que se les pueda retardar la se-
pultura, con pretexto de pedir limosna por ellos.
Constitución V.
Panorámica de Toledo realizada por el maestro de obras José de Arroyo Palomeque. (Fuente: Panorámica de Toledo de Arroyo Palomeque, 1992) |
Pero esta prohibición del Sínodo no debió surtir efecto, como bien indica Fernando Martínez-Gil, porque dos años más tarde, en 1684, las actas municipales muestran que la Cofradía de la Santa Caridad realizaba sus demandas de limosnas en la Plaza de Zocodover: "Biósse una petición de thomas sánchez en nombre de la noble cofradía de la santa caridad desta ciudad en que dize que el principal ynsituto de dicha cofradías es enterrar los pobres que mueren en los campos y aogados y desamparados. Y para hacer vien por su alma y gastos de su entierro y pide limosna y se pone el cuerpo en la plaça de Çocodover en las andas asta que llega la ora de enterrarle cubierto con el paño de la cofradía y estando como están tan bajas las andas subceden muchas yncidencias de pasar cavalgaduras y con los enquentros derriuar el paño y bolcar las andas y deseando obviar este ynconveniente a parecido a los cofradía azer un cajón de doce pies de largo y seis de ancho con sus ruedas sobre que se pongan dichas andas y estén los cadáueres con mayor dezencia puniendo sobre dicho cajón las andas". (2)
El Clavicote en la Plaza de Zocodover. Detalle del plano delineado entre 1718 y 1721 (3) por José de Arroyo Palomoque (Biblioteca Arzobispal de Toledo) |
Por lo tanto, tras dejar de pasear los cadáveres por la calles de Toledo y abandonar la puerta de la Iglesia, según se indicaba en el Sínodo de 1682, para pedir limosna destinada a las misas y sufragios por las almas de los difuntos y demás gastos que suponían el entierro, los hermanos de la Cofradía de la Santa Caridad llevaron los cuerpos de los desdichados a la conocida Plaza de Zocodover. Pero el tránsito por la plaza de caballos, carros, etc., provocaban incidentes en los que se volcaban las andas sobre las que estaban los cadáveres, y ante esta situación, Tomás Sánchez, en nombre de la Cofradía de la Santa Caridad, comunicó a las autoridades municipales la decisión de la misma de "hacer un cajón de doce pies de largo y seis de ancho con sus ruedas" en dónde estarían los cadáveres sobre las andas, siendo este el origen de lo que se conoció posteriormente como Clavicote de Zocodover.
Mercado del martes en la Plaza de Zocodover de Toledo (Fuente: Fundación José García Nieto) |
Julio Porres Martín-Cleto en «Historias de las Calles de Toledo» (1982), señala que tanto por su aspecto macabro como por el estorbo que representaba, el Clavicote se quitaba de la plaza en los festejos y actos públicos, llevándose frente al Hospital de Santa Cruz, no sin protestas por parte de su Rector. Finalmente el Clavicote fue retirado en 1814 de la Plaza de Zocodover y llevado al Pradillo del Carmen, dónde permaneció hasta la demolición de este en 1859.
Notas:
1.- Synodo Diocesana del Arzobispado de Toledo, 1682, página 187.
2.- Archivo Municipal de Toledo, actas de 19 de enero y 7 de febrero de 1684.
3.- Según viene indicado en el artículo "El maestro de obras José de Arroyo Palomeque. Algunos apuntes biográficos" (2000) de Antonio López Ballesteros.
___________________
Bibliografía consultada:
Synodo Diocesana del Arzobispado de Toledo, celebrada por el Eminentísimo y Reverendísimo Señor D. Luis Manuel, del Título de Santa Sabina Presbytero Cardenal Portocarrero Protector de España, Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, Chanciller Mayor de Castilla, del Consejo de Estado de Su Majestad, &c.
Imprenta de Atanasio Abad. Madrid, 1682.
El Clavicote de Zocodover.
Mariano Goítia Graells
Toledo. Revista de Arte, Nº 266. Abril, 1929.
Historias de las Calles de Toledo, Volumen 3
Julio Porres Martín-Cleto
Editor Zocodover. Toledo, 1982.
Panorámica de Toledo de Arroyo Palomeque
Julio Porres Martín-Cleto, Rafael J. del Cerro Malagón, y José Luis Isabel Sánchez
Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledados, 1992.
Muerte y Sociedad en la España de Los Austrias
Fernando Martínez-Gil
Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ciudad Real, 2000.
El maestro de obras José de Arroyo Palomeque. Algunos apuntes biográficos
Antonio López Ballesteros
Archivo Secreto, Número 3. 2006.
Notas:
1.- Synodo Diocesana del Arzobispado de Toledo, 1682, página 187.
2.- Archivo Municipal de Toledo, actas de 19 de enero y 7 de febrero de 1684.
3.- Según viene indicado en el artículo "El maestro de obras José de Arroyo Palomeque. Algunos apuntes biográficos" (2000) de Antonio López Ballesteros.
___________________
Bibliografía consultada:
Synodo Diocesana del Arzobispado de Toledo, celebrada por el Eminentísimo y Reverendísimo Señor D. Luis Manuel, del Título de Santa Sabina Presbytero Cardenal Portocarrero Protector de España, Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, Chanciller Mayor de Castilla, del Consejo de Estado de Su Majestad, &c.
Imprenta de Atanasio Abad. Madrid, 1682.
El Clavicote de Zocodover.
Mariano Goítia Graells
Toledo. Revista de Arte, Nº 266. Abril, 1929.
Historias de las Calles de Toledo, Volumen 3
Julio Porres Martín-Cleto
Editor Zocodover. Toledo, 1982.
Panorámica de Toledo de Arroyo Palomeque
Julio Porres Martín-Cleto, Rafael J. del Cerro Malagón, y José Luis Isabel Sánchez
Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledados, 1992.
Muerte y Sociedad en la España de Los Austrias
Fernando Martínez-Gil
Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ciudad Real, 2000.
El maestro de obras José de Arroyo Palomeque. Algunos apuntes biográficos
Antonio López Ballesteros
Archivo Secreto, Número 3. 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario