El madrileño Julio Nombela (1836-1919) en «Crónica de la Provincia de Navarra» (1868), relata los extraordinarios acontecimientos relacionados con la aparición de la imagen de Nuestra Señora de Roncesvelles, que estaba enterrada y dentro de una urna de mármol, y cuyo lugar fue marcado por un "ciervo que tenía en la punta de cada una de sus astas un brillante lucero". Hechos legendarios que se suponen anteriores a la construcción del templo que allí se encuentra, y en los que se vieron involucrados un pastor, los monjes de Ibañeta y el mismo obispo de Pamplona.
Nuestra Señora de Roncesvalles Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza de 1908 |
"Refiérese que antes de la inauguración del templo de Roncesvalles un pastor que cuidada su ganado en los alrededores del paraje en donde está la fuente, oyó una noche un canto dulcísimo. Estasiado con aquella melodía, fue hacia el sitio en donde le pareció que se hallaban los cantores, y a través de los árboles vio un ciervo que tenía en la punta de cada una de sus astas un brillante lucero. Asombrado de este prodigio, aguardó a la noche siguiente para si se repetía, y se repitió en efecto. Dio entonces parte del suceso a los monjes de Ibañeta, los cuales no quisieron darle crédito, pero el pastor insistió, los llevó al bosque, y como él, vieron el ciervo y oyeron los dulcísimos cantos debajo de la tierra.