No busque el curioso esta palabra en el novísimo Diccionario de la Academia, ni en ninguno de los anteriores, porque sería diligencia perdida; la tal palabra no se halla incluida en ellos. Para saber lo que significa hay dos caminos. Primero tomar el tren y dejarlo en Sigüenza, y subir en este punto en un coche que, en cuatro horas, hace el recorrido desde aquella ciudad a la muy noble y leal Villa de Atienza. Segundo, leer este artículo mío.
Lo primero es algo molesto, por la mala noche y el traqueteo del ferrocarril y del carruaje al través de terrenos nada pintorescos. Lo segundo es mucho más cómodo; no hay sino leer estos renglones, de sobremesa, al lado de la bien provista chimenea, entre bocanada y bocanada de rico habano y sorbo y sorbo de exquisito moka, y de este modo mi prosa, no menos árida que las llanuras castellanas, merecerá indulgencia, que nada predispone tanto a ella como el reposado curso de una buena digestión.