La Santa Sangre de Cristo que existía en Brujas en la segunda mitad del siglo XIII constituye el ejemplo más antiguo que conocemos en Europa sobre el éxito de este tipo concreto de reliquias, hasta el punto de que fue solemnemente reconocida por la Santa Sede en 1310 y dio lugar a una procesión anual el 3 de mayo, la festividad de la Invención de la Cruz. El relato de la leyenda, creado en 1380, cuenta que Thierry de Alsacia, conde de Flandes, tras su participación en la segunda cruzada de 1147-1149, habría recibido de Balduino III, rey de Jerusalén, la preciosa reliquia de la Sangre de Cristo que trajo a Brujas y ofreció a los vecinos de la ciudad.
En cambio, la Sangre de Cristo aparece en un inventario de reliquias que se conservaban en Constantinopla en 1150. Su traslado de Oriente a Occidente debió de ocurrir después del saqueo de dicha ciudad por los cruzados latinos en 1204. Se sabe que el nuevo emperador Balduino donó a su hija Juana, condesa de Flandes, diversas reliquias de la Pasión y de la Sangre de Cristo y, en concreto, el primer documento que cita la presencia de dicha reliquia en Brujas es de 1270.