domingo, 30 de abril de 2017

El Hospital de Roldán o de Nuestra Señora de Roncesvalles


La historiadora Inés Ruiz Montejo (*) basa su libro "El camino a Santiago. Andares de un peregrino en la España del siglo XII" (2004) en los escritos de Aymeric Picaud, religioso francés oriundo del Poitou que peregrinó a Santiago de Compostela entre los años 1130 y 1140, y que plasmó su experiencia en el "Liber Peregrinationis" o "Guía del Peregrino". La información que ofrece el religioso Aymeric Picaud es precisa, pese a su sobriedad, aportando noticias sobre las etapas, lugares y condiciones del "camino francés". Además, el "Iter pro peregrinis ad Compostellam" o "Liber Peregrinationis" está incluído como libro V en el Códex Calixtinus, también llamado "Liber Sancti Jacobi".

Facsímil del Codex Calixtinus o Códice Calixtino
(Mediados del siglo XII)

Seguidamente incluimos el apartado dedicado por Inés Ruiz, y que da pie a este artículo, al conocido como "Hospital de Roldán" denominación, que al parecer, también se le daba al Hospital de Nuestra Señora de Roncesvalles, y que así llama Aymeric Picaud. Debemos recordar que este hospital fue fundado, junto con su cofradía, por D. Sancho de Larrosa, obispo de Pamplona.

«Pasada la cima del monte» se encontraba el «hospital de Roldán», «en la bajada» camino de Roncesvalles, y le acompañaba un iglesia erigida sobre un «peñasco» que rememoraba, en esta ocasión, una hazaña del caballero Roldán, ya moribundo, pormenorizada también en el Pseudo-Turpín:

"(Rolando, malherido), llegó sólo a través del bosque hasta el pie del puerto de Cisa, y allí bajo un árbol y junto a un peñas de mármol se alzaba en una ameno prado sobre Roncesvalles, descendió del caballo. Todavía tenía consigo una espada suya de hermosísima factura [...] que se llamaba Durandarte [...] y habiéndola desenvainado [...]por temor de que cayese en manos de los sarracenos, dio tres golpes con ella al peñón de mármol con la intención de destruirla. Pero [...] en dos trozos, de arriba a abajo, se partió la roca y la espada de doble filo quedó intacta.

Roncesvalles
(Fotografía: Turismo de Navarra)

El llamado «Hospital de Roldán», nombre quizá de uso común entre los peregrinos en recuerdo del caballero herido y desamparado, parece aludir a la hospedería de Nuestra Señora de Roncesvalles, fundada en 1132 por el obispo de Pamplona, don Sancho de Larrosa, con el apoyo del rey Alfonso I de Aragón y sus nobles; prototipo, por cierto, de entro asistencial aislado, situado en lugares inhóspitos y de difícil acceso, al borde del camino, y en este caso, bajo el resguardo de la montaña. Canónigos regulares de San Agustín se encargaban de su mantenimiento bajo las órdenes de una canónico prior y, gracias a la dotación económica procedente del cabildo de Pamplona pudieron proporcionar al peregrino con generosidad, refugio y cuidados".

La iglesia, edificada según la leyenda sobre la roca hendida, hace referencia, en cambio, a una capilla funeraria (hoy capilla del Espíritu Santo) utilizada como osario de los peregrinos que morían en el hospital. No se trataba, pues, del tempo anejo a la hospedería dedicado a la Virgen. Estaba algo más aislada y es actualmente, puesto que el entorno de la «cruz» tampoco queda rastro, el único testigo existente de los paso de Aymeric Picaud por Roncesballes, entre 1130 y 1140.

A pesar de la reformas posteriores, su planta cuadrada corresponde al proyecto original, asentado sobre una cueva que servía de osario, y su remate superior en forma de pequeño cuerpo circular recuerda la linterna de los muertos: un elemento propio de los oratorios fúnebres como luminaria en favor de las lamas difuntas y guía de los peregrinos en la oscuridad de la noche.

Si el viajeros optaba por la desviación de Valcarlos, pendiente más suave que la del monte de Cisa, para alcanzar el alto de Ibañeta donde confluían ambos caminos, posibilidad planteada por Picaud, revivía también la historia legendaria. En este lugar -cuenta el Pseudo Turpín-, mientras acampaba el emperador con su ejército camino de la Galia, recibió, «conducido por los ángeles», el lejano sonido del olifante de Roldán que, pese a su estado agónico, consigue fuerzas para alertar al rey sobre el desastre de la retaguardia, con el tañido de su «trompa de marfil». De cualquier modo, sólo el nombre del valle, Valcarlos, bastaba para que el peregrino sintiera sobre sí el peso de recuerdo y el incentivo de ejemplos tan edificantes.

Este proceso emocional continúa en la llanura donde se asentaba la «villa de Roncesvalles». Baste decir que el peregrino Picaud sigue aludiendo al argumento mítico, escenario esta vez de la batalla entre Marsilio, rey sarraceno, y la retaguardia del ejército de Carlomagno, trágicamente batida. Pero, por fuentes documentales sabemos también que, a partir de una primitiva aglomeración de pastores, al pie del camino, comienza a surgir un poblamiento, llamado en la Edad Media «burgo de Roncesvalles», cada vez más próspero gracias a sus ventajosa situación para albergar y atender a peregrino. A principios del siglo XIII pasará a depender del propio hospital de Nuestra Señora.

Virgen de Roncesvalles
(Fuente: Postales Antiguas)

Picaud incluye el lugar de Roncesvalles, como el mismo puerto de Cisa, en el «territorio de los vascos», con la ciudad de Bayona al norte, del que habla poco antes de introducir al peregrino en la Península; y observa un región «poblada de bosques, montañosa, falta de pan y vino de todo género de alimentos excepto en el alivio que representan las manzanas, la sidra y la leche». Según esta descripción, en una zona tan reducida como el puerto y el poblamiento de Roncesvalles sólo cabe presumir, a la par que un terreno montañoso y accidentado, recubierto por una tupida foresta, la existencia de prados con abundantes manzanales que deparan no sólo manzanas y sidra, ese pequeño «alivio» alimenticio, sino capacidad para mantener una buena cabaña ganadera que debía proporcionar abundante leche.

Según parece, Aymeric Picaud fue secretario del Papa Calixto y ejerció su ministerio como capellán de Vézelay, la ciudad de la que parte uno de los ramales del Camino en Francia. Realizó el peregrinaje a Santiago a caballo, visitando un gran número de santuarios, rutas que fue describiendo detalladamente en "Liber Peregrinationis" en diversos aspectos, pueblos y santuarios visitados, anécdotas, caminos, las tierras por las que pasa la vía jacobea, dando detalles sobre las reliquias que se debían venerar, los ríos que hay que cruzar, los peligros con que se encontraría el peregrino e incluso el carácter de las gentes que poblaban los territorios.


Notas:

María Inés Ruiz Montejo, realiza sus estudios de Licenciatura en la Universidad Complutense y se doctora en historia del arte por la Universidad Complutense con la Tesis Doctoral "El románico en Villas y Tierras de Segovia", defendida el día 28 de junio de 1977, con la calificación de Sobresaliente Cum Laude. Desde 1972 es profesora del Departamento de Historia del Arte I (Medieval), donde actualmente es Profesora Titular. Su labor investigadora se ha desarrollado en el ámbito del románico castellano-leonés, al que se ha acercado desde planteamientos metodológicos que, más allá del análisis formalista, tratan de explicar las obras a partir de su contexto histórico, social y cultural.


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Bibliografía consultada:

El Códice Calixtino de la Catedral de Santiago: estudio codicológico y de contenido
Manuel C. Díaz y Díaz. Colaboradión: María Araceli García Piñero y Pilar del Oro Trigo
Centro de Estudios Jacobeos. Santiago de Compostela, 1988

El camino a Santiago. Andares de un peregrino en la España del siglo XII
Inés Ruiz Montejo
Foca S. L. Madrid, 2004

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