domingo, 7 de abril de 2013

"No ha de valerle la paz ni la caridad"


Existen expresiones populares, en un tiempo muy conocidas y usadas, que tenían origen en el mundo cofrade. Una de ellas es "no ha de valerle la paz ni la caridad", la cual está relacionada con una cofradía madrileña de la que trataremos a continuación, y que indica que el aludido no ha de salvarse, que su castigo no tiene remedio. También se empleaba para recordar a alguien que no tiene escapatoria posible ante un riesgo o peligro, o que al final tendría que rendir cuentas de sus actos. 

Ejecución de Joan Oliva i Moncusí en Madrid, en dónde intervinieron
los miembros de la Caridad y la Paz para asistir al reo.
(Grabado proveniente de Le Monde Illustre, 1879)

Esta locución procede de las funciones que desempeñaba la Real Archicofradía de Nuestra Señora de la Caridad y de Nuestra Señora de la Paz que tenía su sede desde 1590 en la antigua Iglesia Parroquial de la Santa Cruz de Madrid, y que era producto de la unión de dos cofradías dedicadas a Santa María, una bajo la advocación de la Caridad y la otra de la Paz.

La Cofradía de la Nuesta Señora de la Caridad fue erigida en 1421, según señalan autores como el historiador José Alba Abad, por el rey Juan II (1404-1454) en la Iglesia de la Concepción del Campo del Rey, para dar sepultura cristiana a los menesterosos y, sobre todo, a los condenados a muerte a los que se asistían en los últimos momentos de su vida o sea, desde que entraban en capilla hasta que eran ajusticiados. 


Monumento dedicada a Dª. Betriz Galindo en Madrid
(Fotografía: J. L. de Diego)

En 1500 Doña Beatriz Galindo (ca.1465-1534), quien fuera preceptora de la reina Isabel I de Castilla y de sus hijos, fruto del matrimonio con Fernando II de Aragón, además de ser una gran humanista llegando a ser conocida con el apelativo de "la Latina", fundó la Cofradía de la Nuestra Señora de la Paz, teniendo su primera sede en la calle madrileña del mismo nombre. Desde el año 1587 quedó unida a la Cofradía de la Nuestra Señora de la Caridad, según señala el autor Pedro Felipe Monlau.

Antigua torre de la Iglesia de Santa Cruz
(Fotografía: J. Suárez, 1869)

Cuando la horca era el método de ajusticiar a un reo que no procedía de la nobleza, esta cofradía madrileña tenía el privilegio de que, si fallaba algún resorte o se rompía la cuerda en el momento del ahorcamiento, el cofrade podía salvar al condenado tocándolo o cubriéndolo con su capa antes que el verdugo; de esta manera la pena era conmutada por una cadena perpetua  que se cumplía en las cárceles del norte de África. A más de uno lo salvó la Paz y la Caridad porque, como señala Guillermo Suazo Pascual, se daban muchos casos de corrupción, ya que se mojaban las cuerdas de la horca con líquidos corrosivos; por ello, el pueblo llano sabía que hasta los condenados a muerte tenían una última oportunidad en la Paz y en la Caridad.


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Bibliografía consultada:

Madrid en la mano ó el amigo del forastero en Madrid y sus cercanias
Pedro Felipe Monlau
Imprenta de Gaspar y Roíg. Madrid, 1850.

Historia sintética de Madrid, Volumen 1
José Alba Abad
Artes Gráficas, 1949.

Abecedario de Dichos y Frases Hechas
Guillermo Suazo Pascual. Editorial Edaf. Madrid, 1999.

Diccionario de anécdotas, dichos, ilustraciones, locuciones y refranes. Adaptados a la Predicación Cristiana
Rubén Gil
Editorial Clie. Viladecavalls (Barcelona), 2006.



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